sábado, 13 de noviembre de 2010

Hay que saber mirar...

Al iniciar la subida, conocemos a Don Mateo, un viejo lugareño de piel arrugada, sombrero añoso y mirada serena. Lleva al hombro, como todos los días desde hace 25 años, una caja de refrescos que vende a quienes logran llegar a la pirámide del cerro de Tepozteco.

"¿Quiere ver la vista más bonita de por aquí?", me pregunta Don Mateo. Tápese los ojos con ese paliacate (pañuelo), yo la voy a llevar. Obedezco y me dejo guiar. "Quédese ahí tantito", me dice al dejarme sobre una piedra. Escucho los sonidos de los pájaros y de los grillos, siento la calidez, la brisa y la humedad del lugar. Ahora, destápese los ojos.

Una vista, verdaderamente mágica, de los cerros de Tepoztlán. Distintas tonalidades de verde, rojo y cobre que brotan desde los cortes brutales de los acantilados. "¿Ve aquel rebaño de cabras?", señala a los lejos. "¿Dónde don Mateo?..." "Allá, señorita, hay que saber mirar." Su frase queda flotando en mi mente.

Hay que saber mirar... Sí, me doy cuenta que he subido durante hora y media sin fijarme en la gran belleza del lugar; sólo atiendo a mi obsesión por llegar hasta arriba, ¡Qué desperdicio! Se lo achaco a nuestra moderna forma de vivir.

La gente del campo observa. Ven las estrellas, las nubes y la dirección del viento, saben si va a helar, llover o si habrá buen clima. No es que sean superdotados lo que pasa es que se dan un espacio para observar, para escuchar, para comprender. Los que vivimos en las ciudades, vemos sin ver, oímos sin oír, estamos sin estar y decimos que nos falta tiempo. Tiempo... Lo que tendríamos que preguntarnos es: ¿En que invertimos nuestro tiempo?...

Enseñemos a nuestros hijos a disfrutar del camino, y de las cosas sencillas de la vida, de la gente, de una sonrisa, de un gesto, del sol, del cielo sin nubes, de la lluvia, del canto de los pájaros. No sólo serán más felices con cosas más pequeñas, sino que también aprenderán a valorar y a cuidar lo que hoy por hoy comienza a hacerse más escaso... Y no sólo me refiero al tiempo y a lo mal que podemos invertirlo...

Fuente: Comunícate Cautiva y Convence. Gaby Vargas. Aguilar. PP 27 - 28.